Night Fever
Irrumpimos con nuestros tacones en la fiesta, llena de mujeres con zapatillas, escoba y anillo en dedo. Al momento miradas clavadas en nuestras nucas. Las de ellas, con esa mezcla de admiración y odio. Las de ellos, con la lascivia de veinte años sin buen sexo. Y las nuestras, por encima de todas ellas. Sin poder evitarlo, como consecuencia del sentimiento de encontrarse en territorio hostil, nuestras lenguas comenzaron a retorcerse como sólo son capaces las buenas cirujanas de la realidad, diseccionando a cada invitado de la fiesta con la frialdad de la ciencia. Sólo algunos hombres no sufrieron la zootomía, aquéllos con los que decidimos jugar (de lo más asépticamente) tuvieron la indulgencia. La experiencia nos permitió divertirnos sin correr el riesgo de rasgar nuestros guantes de látex.
Las copas fueron vaciándose una tras otra, también las nuestras. Nosotras, empezamos a acentuar los movimientos y la teatralidad. Las invitadas, ya en estado de embriaguez, buscaban su sexualidad perdida sin separar la escoba de su mano (casi es preferible: las que lo hacían, caían antes de empezar a bailar).
El alcohol envalentonó a unos pocos verracos que ya habían desabrochado los primeros botones de la camisa. Goteaba saliva de su barbilla y se relamían mientras, en largas pausas, intentaban dar con una frase que nos llevara lo más rápido posible a su cama. Tópico tras tópico sólo obtenían como respuesta bostezos. Tras una copa y varios cigarros desaparecíamos, dejando los escombros para que los recogieran las rapiñas que merodeaban atentas cerca de la barra.
Juntas vamos al baño a perfilar con fuerza los ojos y dar volumen al pelo. Todavía nos quedan unos cuantos bailes antes de volver a casa en taxi comentando el fracaso de la noche.
4 comentarios
Carlos Paredes Leví -
Un saludo
Adúlter -
Corta, pero dice la verdad.
rouge -
Carlos Paredes Leví -